Lo que caracteriza a la subjetividad contemporánea es la ansiedad que nos lleva a hacer cosas, y la prisa, pero ese hacer no aplaca la ansiedad, todo lo contrario, la potencia. La prisa también puede ser pensada como una defensa con la que atenuar nuestra angustia: pues al estar en perpetuo movimiento, evitamos pararnos a reflexionar.
La ansiedad es la “tarjeta de presentación” como señala Aduriz de un malestar que no se sabe y siempre dice algo sobre el sujeto, alguna cosa que trata de ignorar y haría bien en pararse a escuchar.
Entonces la angustia se produce topológicamente en el yo, es una señal que no se dirige de ninguna manera al yo, sino, en realidad, al sujeto.
En palabras de José María Álvarez sobre el sujeto ansioso: es aquel “incapaz de esperar y falto de decisión para elegir, esclavo de las comunicaciones vertiginosas y vacías, náufrago del deseo y abrasado por la instantaneidad del goce solitario, sujeto frenético que se agita en mil actividades para escapar de la llamada de atención de la angustia, de la interpelación que acompaña a la ansiedad”.
De manera similar, dirá Zygmunt Bauman que la inestabilidad, inseguridad, vacilaciones en las relaciones personales, laborales, amorosas y en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida junto a la tendencia a la inmediatez, a vivir en un presente continuo, son las señas de identidad de nuestro tiempo.
Con cada vez menos asideros firmes a los que aferrarse, a veces es inevitable mirar hacia abajo y vislumbrar el vacío que acecha al fondo. Es entonces cuando entra en escena la angustia, ese “huésped desconocido, el cual todos llevamos dentro”.
(F. M Aduriz, 2018).
Sobre todo cuando sentimos que el mundo no está ahí, nos angustiamos. La angustia es muy diferente a la ansiedad, pues nos confronta con un conflicto interior y con la posibilidad de un cambio interno, y sobre todo con la necesidad de reinventar el mundo para que tenga sentido, algo tengo que hacer y claro, no lo voy a resolver evadiéndome ansiosamente.
De la ansiedad uno se salva cuando aprende a flotar: se advierte que quedarse quieto no necesariamente hunde, no hace falta sostén, el mundo sigue estando ahí, no se cayó nada, es un ratito nomás
Luciano Luterau, 2020
En consecuencia, los “remedios” que utilizamos habitualmente para calmar y anestesiar la ansiedad, haciendo oídos sordos a esa angustia de fondo que reclama nuestra atención, pueden acabar generando más problemas que beneficios.
La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosa
Sigmund Freud
Para finalizar, Fernando Martín Aduriz, señala que la ansiedad es simplemente “un envoltorio”, un embalaje que hay que desenvolver lentamente para ver qué contiene en cada caso. Hace una apelación a la lentitud, a tomarse las cosas con calma, tiene en sí misma un efecto ansiolítico.
Fuentes citadas y/o consultadas
- Bauman, Z. y Tester, K. (2002) “La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones”. Barcelona, Paidós.
- Luterau, Luciano (2020) https://www.lucianolutereau.com/
- Martín Aduriz, Fernando (2018) “La ansiedad que no cesa”, Xoroi Ediciones, Colección +Otra.
- Miller, Jacques-Alain, (2018) La angustia, Introducción al seminario X de Jacques Lacan, Edición digital, RBA Libros,
- Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. 2019; 39(135): 263-266 doi: 10.4321/S021157352019000100014, http://www.revistaaen.es/index.php/aen/article/view/17088
- Ricardo E. Rodríguez Ponte, Sobre una Versión Critica del Seminario 10 de Jaques Lacan L’ANGOISSE y nuestra traducción, Escuela Freudiana de Buenos Aires.