Laboratorio de Masters y Johnson donde utilizan la observación directa de la respuesta sexual

La sexualidad en el marco científico

La sexualidad, al insertarse dentro del «marco científico», adquiere un aspecto ilusorio de neutralidad: el «modelo de normalidad» tiene patente científica. La ciencia, como toda la cultura occidental de la que es una manifestación exquisita, ha sido y sigue siendo (sobre todo la ciencia del hombre) en gran parte una creación del varón.

A mediados del siglo XX, la investigación sexual se instaló en los laboratorios y desde allí se estudió exhaustivamente qué ocurre en cada momento, cómo se produce el orgasmo, y qué función cumple cada órgano o tejido. Frente a dichos estudios, en los cuales se medía hasta el más mínimo detalle de la respuesta sexual, lo que las mujeres u hombres pudieran decir en torno a sus experiencias, sus sentimientos o sus deseos fue perdiendo relevancia.

¿Qué importancia puede tener la demanda subjetiva de mayores caricias al lado de la observación científica – supuestamente objetiva – de la realidad?

Pero la ciencia no es una excepción y, al igual que todo el quehacer humano, está estrechamente ligada al contexto histórico en el que se desarrolla. Por tal motivo, incluso el conocimiento está sujeto al cambio. El estudio científico de la sexualidad se produjo en medio de la intensa lucha de las mujeres por la igualdad. Por esa razón, equiparar el sexo de hombres y mujeres era una conquista que no podía cojear mostrando diferencias que en esa época eran inmediatamente calificadas como discriminatorias.

En este clima, no se le prestó suficiente atención al aspecto esencial de las fantasías y emociones humanas. Para estructurar el modelo de la sexualidad, se pasó por alto nada menos que aquello que la distingue de la sexualidad animal. Si bien las emociones y fantasías están marcadas por la cultura, su existencia y trascendencia no pueden limitarse a ese terreno, y al hacerlo se dejó fuera toda la riqueza de las emociones y fantasías en torno a la sexualidad.

Pero lo interesante es que al comenzar el tercer milenio, en la vida sexual de los seres humanos, las emociones, sentimientos y fantasías tienen un peso y una influencia decisiva.

Las terapias y la solución a ciertos síntomas sexuales no se pueden centrar únicamente en los genitales o en los ejercicios o tareas sexuales recomendados. Es necesario realizar un análisis más amplio que incluya las concepciones sobre el amor, la pareja, el deseo, la identidad, lo imaginario, las identificaciones, los discursos dominantes, los imperativos, la historia individual, el contexto cultural, social, familiar y un largo etcétera.