Avatares en la construcción subjetiva
La adolescencia es una noción muy amplia y de interés para la antropología, la sociología y otras ciencias humanas, no se trata de un concepto estrictamente psicoanalítico.
En El despertar de la primavera de Frank Wedekind [1] presenta sus personajes adolescentes delicados, atormentados y creativos:
Melchor, que vive atormentado por su ignorancia respecto de la sexualidad; Wendla, la protagonista femenina, una adolescente de 14 años, huérfana de padre, que sueña y tiene ideas de muerte, a quien la madre trata como a una niña y que ella instiga acerca de los secretos de la concepción y la sexualidad. Mauricio, bajo una inmensa presión para alcanzar el nivel de estudiante aplicado, aprobar sus exámenes, mantener su lugar en el instituto se pregunta por la existencia de la sexualidad femenina y se pega trágicamente un tiro con una pistola. Martha, una compañera del instituto quien cuenta como es golpeada y abusada por su padre.
Tan actuales como los jóvenes que recibimos en la consulta, que dirimen con temor las primeras muestras de cercanía con el mundo adulto, el cual se avecina sin garantías y lleno de desafíos.
[1] Wedekind, Frank (2013) El despertar de la primavera: Tragedia infantil, versión castellana de Pablo Peusner, Editorial Letra Viva, Bs. As.
«El trabajo psíquico de la adolescencia consiste en poder seguir siendo hijos pero ya no niños»
La adolescencia da comienzo a una experiencia de operaciones y trabajo psíquico bastante intenso, de un ser en transición comprometido con ciertas operaciones psíquicas.
En ese trabajo es necesario reconstruir algunas de las cosas que en la niñez se daban por supuesto, entre otras, su lugar en el mundo, el lugar de sus padres, cuya autoridad ya es rechazada; y las paradojas y contradicciones del deseo (diferente al de sus padres) y el tomar decisiones.
Su energía está puesta en el crecimiento y en dejar atrás su niñez para alcanzar la madurez emocional, es decir, dejar atrás el pasado y destituir el futuro de su carácter idealizado y abrumador.
De esta manera, comienza a construir una posición, una perspectiva hacia la vida, un camino hacia al deseo, y por ello, se manifiesta su temor por el futuro en el “no saber hacer con su vida” que, a veces, da la impresión a los adultos como si no se la soportara, comienza a encontrarse con eso que no encaja, en ocasiones la prisa y se ve obligado a tomar una posición subjetiva y crear una invención única que le de salida a ese malestar.
Eso que cuesta tanto, hace que comiencen a aparecer preguntas por el sentido de la vida y empieza a ser frecuentes los estados de angustia, preocupación e intranquilidad.
“Los adolescentes gustan de demorarse, de no ir tan rápido, de perder un poco el tiempo y ocuparse más bien de su crecimiento interior”
En ocasiones, en la adolescencia se da cierto afán por salir de la desesperación, la impotencia y la angustia por el desgarramiento que conlleva el crecimiento, el temor al futuro; a no saber cómo hacer ni con su cuerpo ni con las relaciones con los semejantes; el verse enfrentado con lo real, el adolescente puede encontrarse -en algunos casos- con dos escenarios posibles:
El primero, es ubicar algunos bastiones para volver a tejer todo lo que es, lo que él quiere ser, y no lo que el otro quiere para él: por ejemplo, que surja algo (una pasión, un proyecto) o alguien que lo autorice (padre, maestro u otro adulto significativo) que lo acompañe en la facilitación de la experiencia, y luego debe destituir esa autoridad que él mismo puso como condición de su crecimiento y de esta forma, hacer algo con eso que cae y, por tanto, enfrentar la castración soportándola. Se reinventa y logra continuar.
El segundo, que no soporte la falta y, en su intento de construir respuestas, desfallezca y eso que no hay le imposibilite producir, crear su existencia en el mundo, construir su subjetividad. En este sentido, se entiende que al carecer recursos en el que apoyarse, se genera una angustia que lo excede, que lo deja sin poder articular ninguna respuesta simbólica, algo del lugar del no puedo controlarlo y, entonces, no encuentre una manera menos agresiva que el acto suicida como única salida.
Stevens (2004) afirma que cuando el sujeto se encuentra con lo real, “(…) responde con un síntoma cuando puede. Cuando no puede, entonces a menudo pasa al acto”. Si el síntoma es la invención particular del sujeto para soportar lo insoportable, entonces el acto se presenta como una forma de respuesta frente a lo imposible de soportar. En este contexto, se podría decir que el suicidio es una de las formas como el sujeto adolescente responde frente a la angustia; no se responde con la construcción del síntoma, sino con un acto.
«La adultez no quiere decir dejar de ser hijos, sino dejar de serlo desde una posición infantil»
Bibliografía citada y/o consultada
Lacan, J. (2012) Prefacio a El despertar de la primavera, Otros Escritos, Bs. As., Editorial Paidós. En el Prefacio a la pieza teatral “El despertar de la primavera” (1974) Lacan afirma que el autor anticipa a Freud abordando en 1891 el segundo despertar sexual: “el asunto de lo que es para los varones hacer el amor con las chicas, marcando que ellos no pensarían en esto sin el despertar de sus sueños”… y continúa diciendo que “eso fracasa para cada uno” o sea para todos.
Lutereau, Luciano (2019) Esos raros adolescentes nuevos. Narcisistas, desafiantes, hiperconectados, 1ª ed. Buenos Aires: Paidós. Libro Digital EPUB (p. 116).
Pereña, F. (2001) La pulsión y la culpa. Para una clínica del vínculo social. España: Editorial Síntesis.
Lafón Nieto, Eugenio, Adolescencia y tránsito identitario, en: https://www.controversiasonline.org.ar/wp-content/uploads/30-NIETO.pdf
Lima, N. L. (2014) A escrita virtual na adolescência: uma leitura psicanalítica. Belo Horizonte, Brasil: UFMG.
López, Guillermo. Adoles (seres): La orientación a lo real en la clínica psicoanalítica con adolescentes (Spanish Edition) (p. 33). Grama ediciones. Edición de Kindle
Stevens, A. (2004). Adolescência, sintoma da puberdade. Clínica do contemporâneo. Curinga.