El fundador del psicoanálisis se anticipó a demarcar «afecciones» a las que hoy están muy atentos tanto la psiquiatría como las farmacéuticas: el «ataque de pánico» y la «impotencia».
Detengámonos en el texto de Freud de 1912 «Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa», donde introduce su desarrollo en términos de impotencia psíquica. Comienza con la siguiente afirmación: «Si quien ejerce el psicoanálisis se pregunta cuál es la afección por la que se le solicita asistencia más a menudo, deberá responder que, prescindiendo de la angustia en sus múltiples formas, es la impotencia psíquica».
Freud lo admitió ya a principios del siglo pasado: la impotencia psíquica es la enfermedad para cuyo remedio se acude a la consulta del psicoanalista con más frecuencia. No existe persona alguna que no haya pasado por un período de impotencia o anorgasmia.
En su texto «Inhibición, Síntoma y Angustia» de 1925 nos da una descripción de cómo la función sexual sufre muy diversas perturbaciones, y son resumidas como impotencia psíquica.
El escritor vienés señala que la intensa fijación infantil, la barrera del incesto y la frustración en los años de desarrollo que siguen a la pubertad -se presenta en la gran mayoría de los varones- y estaría justificada la expectativa de que la impotencia psíquica fuese una afección universal de la cultura, y no la enfermedad de algunos sujetos.
Lejos de lo que pudiera pensarse, la liberación de las costumbres en la sexualidad no ha servido para modificar su presencia. Lo que demuestra que liberar costumbres no significa liberar el deseo. Las relaciones sexuales son solo una de las muchas formas de expresar la vida del sujeto. El fin original de la pulsión sexual no es la procreación, sino la consecución del placer. Por lo tanto, la conducta sexual de una persona es el prototipo de todas sus demás reacciones.
La función sexual se ve afectada por diversas alteraciones, que en su mayoría presentan el carácter de simples inhibiciones, como la incapacidad para escribir o hablar en público, así como en las relaciones sexuales o la imposibilidad de amar.
En cuanto al terreno de la genitalidad, se diagnostica disfunción eréctil a todo hombre que no tiene una erección lo suficientemente rígida para permitir la penetración, así como a aquellos que la pierden ante un cambio de postura o poco después de la penetración. Según los datos, esto sucede en hasta el 20% de los varones en los países desarrollados. Menos del 10% de ellos acuden a un especialista para seguir un tratamiento, y menos aún a un psicoanalista.
Los síntomas principales de la inhibición en el campo de la respuesta sexual en el varón son:
- Displacer psíquico (deseo sexual hipoactivo)
- Falta de erección (disfunción eréctil)
- Eyaculación prematura
- Falta de eyaculación (trastornos del orgasmo)
- Falta de sensación de placer durante el orgasmo
Sin embargo, si seguimos la enseñanza de Lacan, la operación analítica de lectura va en contra de la lógica del Uno que impone la «erección» como su condición. Y esa lógica produce impotencia. La eficacia del análisis se deriva de deshabitar la forma parasitaria de esa pregnancia fálica, de esa «dominancia imaginaria del atributo fálico».
No todo es goce fálico y lo que de este sea, es importante que la dominancia imaginaria no opere como una condición mutilante del goce allí posible. Desde esta perspectiva, el psicoanálisis se opone absolutamente a la urgencia.
Cuando el Viagra salió al mercado en 1998, muchos pensaron que era una panacea para la impotencia de los varones. Sin embargo, a pesar de su uso generalizado y después de 25 años en el mercado, la impotencia sigue siendo uno de los síntomas más comunes en la clínica actual.
Si hablamos de impotencia, no debemos pensar solamente en una erección o en un pene flácido, sino en diversas situaciones en las que el sujeto, ya sea en posición masculina o femenina, no logra el éxito esperado. De esta manera, la impotencia tiene un valor subjetivo importantísimo. El deseo no se reconoce sino por los tropiezos. Es un cierto idealismo de la época el que sostiene que si uno no llega a la meta es porque, en realidad, no estaba del todo motivado.
Impotencia e imposibilidad
«La diferencia, fundamental, que para el psicoanálisis lacaniano existe entre impotencia e imposibilidad. Para decirlo brevemente, la impotencia no sería otra cosa que el reverso de un anhelo de potencia, la pesadilla que le retorna al que se ha inflado en su ser y su tener hasta hacer estallar el globo. Por ello, el lamento del impotente sería la queja impropia y engañosa del que, queriéndolo todo, ahogó su propio deseo. Si se pretendiera revertir esta situación, esto es, despertarlo al deseo, el medio más apropiado sería el de desenmascarar este anhelo de completud que camufla el impotente y que oculta tanto a sí mismo como a los demás. El afectado de impotencia necesita una buena dosis, o mejor, múltiples pequeñas dosis de imposibilidad, de lo que llamamos castración, la ley que baja a tierra a los mortales, para que ceda algo de ese goce que lo ata, que lo inhabilita, mental y físicamente. No apuesta en el juego de la vida quien no cede algo de entrada. Por lo que asumir la imposibilidad que nos es propia viene a ser sinónimo de recuperar el deseo, teniendo el efecto movilizador de lanzarnos a la búsqueda…»
Bibliografía
Al palo: sobre la erección y el falo imaginario en: http://www.efbaires.com.ar/files/texts/TextoOnline_1397.pdf
Freud, Sigmund, Inhibición, síntoma y angustia (1926 [1925], Obras Completas, Tomo XX, Amorrortu Editores.
Freud, Sigmund, Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (Contribuciones a la psicología del amor, Il) (1912), Obras Completas, Tomo XI, Amorrortu Editores.
Lacan, Jacques, La significación del falo [1958] Conferencia pronunciada por Lacan en alemán («Die Bedeutung des Phallus») el 9 de mayo de 1958 en el Instituto Max Planck de Munich, Escritos 2, Siglo XXI Editores.
Lutereau, Luciano, La impotencia indica el deseo, en: https://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-276662-2015-07-09.html
La imposibilidad que abre el deseo