Durante el último siglo, los científicos se han enfrentado a ciertas dificultades para definir, delimitar, etiquetar, reducir y controlar con precisión científica la sexualidad y el concepto de eyaculación precoz. Este término comenzó a utilizarse en el ámbito médico en 1887 y desde entonces se ha considerado una enfermedad dramática entre las clases sociales altas.
Entonces, ciertos infortunios en la actividad sexual son designados por la ciencia como eyaculación precoz y ubicada como un problema. Algunas de las primeras propuestas para controlar el reflejo eyaculatorio estaban vinculadas al «tiempo de duración coital», al «número de movimientos peneanos intravaginales» o al «porcentaje de orgasmos alcanzados por la pareja». Masters & Johnson y Kolodny siguieron esta última propuesta y definieron la eyaculación precoz como una eyaculación incontrolada, indeseada y anormal durante los encuentros sexuales o poco tiempo después de iniciada la práctica sexual.
En los años 70, Kaplan señaló que «el aspecto crucial de la precocidad era la falta de control voluntario sobre el reflejo eyaculador, independientemente de si se producía después de dos o cinco impulsos o antes de que la mujer alcanzara el orgasmo. Por lo tanto, se puede decir que hay eyaculación precoz cuando el orgasmo se produce de manera refleja, fuera del control voluntario del individuo una vez que se alcanza un intenso nivel de excitación sexual».
Para otros, la esencia del diagnóstico y la definición de eyaculación precoz se encuentra en la opinión subjetiva de al menos uno de los miembros de la pareja y se presenta mucho antes de lo que el sujeto desea. Se define por la ausencia de su control voluntario. Aunque contemplan la subjetividad, siguen sin darle sentido al síntoma de cada sujeto y no se enfocan en lo que no anda bien, sino en el tiempo que tarda un sujeto en eyacular.
Desde fines del siglo XIX, durante el siglo XX y lo que va del XXI, ha habido una fantasía de controlar la sexualidad de los sujetos por parte de los científicos. Para cada insatisfacción o malestar subjetivo, la industria farmacológica ofrece una solución, como la Dapoxetina, un fármaco que inhibe la recaptación de serotonina y modula el tiempo latente de la eyaculación. Se vuelve a enfocar en el tiempo para regular la subjetividad y, en los últimos años, se le llama insatisfacción con el momento de la eyaculación (IME).
¿Quién se autoriza a decir lo que es normal [i] o esperable en la actividad sexual y erótica? Pues, los expertos científicos y la industria farmacológica.
En conclusión, los discursos que patologizan, normalizan y criminalizan la sexualidad, la identidad y el género, son utilizados para producir la sexualidad como un dispositivo de control. Estos dispositivos de sexualidad integran todos los discursos y prácticas que proliferan alrededor del cuerpo y sus placeres, y son operativos para el sistema político, cultural, social y económico.
Por ejemplo, a principios de siglo, se ha utilizado para la reproducción y la homogeneización de los sujetos, y a mediados del siglo XX ha estado al servicio de las industrias farmacéuticas.
Los científicos parecen olvidar que si hay un área compleja en el ser humano, esta es la sexualidad. La «ciencia del sexo» sostiene la ilusión de comprensión, de saber y de verdad. Sin embargo, podría ser de otra manera, ya que no existen verdades únicas, ni mucho menos universales. ¿Seremos capaces de deconstruir los discursos de normalidad en la sexualidad?
¿Cómo podemos pensar en nosotros mismos como sujetos singulares, con nuestra manera particular de gozar, experimentar y amar?
[i] Lo esperable de un comportamiento está vinculada a la conducta de un sujeto que no muestra diferencias significativas respecto a la misma conducta en el resto de la comunidad.